Dos puntos destacan de lo dicho ayer por López Obrador: la continuidad de la lucha, particularmente en los temas económicos y de equidad informativa, y el deslinde claro respecto de prácticas falsas de oposición.
Sometido a un diario bombardeo mediático, que apuntala con disparos de misiles aéreos (es decir, sobre todo radio y televisión) los virus de química social esparcidos en tierra para producir discriminación, odio y división, el movimiento social de resistencia pacífica se encamina abiertamente a su tercera fase: luego de la denuncia del fraude electoral y el rechazo a la privatización petrolera, las baterías populares se encaminarán a la defensa de la economía popular, en el entendido claro de que la administración encabezada por Felipe Calderón sólo ha mostrado disposición para ayudar a los empresarios de elite y colocar el dinero público en favor de los grandes capitales. En esa tesitura, y a pesar de que en los meses recientes se han organizado múltiples movilizaciones, ayer se anunció que habrá manifestaciones el primero de diciembre frente a las oficinas de la Secretaría de Hacienda, para exigir que bajen las tarifas de servicios energéticos y precios de artículos de primera necesidad, y el día 9 a las puertas de Televisa, para exigir respuesta a la carta anteriormente entregada allí en la que se demandó apertura a las voces y puntos de vista de un segmento social hasta ahora excluido y vilipendiado.
La recomposición y redefinición de ese movimiento se expresó particularmente en el señalamiento de que constituye “una oposición real”, cuyos miembros no actúan “como paleros” y que “sin titubeos ni vacilaciones estamos anclados en la izquier- da”. Las precisiones tienen inequívoco significado en relación con el proceso de ruptura con el chuchismo colaboracionista que se ha quedado con el cascarón del PRD y pretende desde allí tejer alianzas comerciales con postores varios.
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