Constreñida también a su mundillo (electoral), la sedicente izquierda perredista-lopezobradorista está por decidir hoy si Alejandro Encinas debe aceptar la secretaría general del partido del sol azteca, bajo la presidencia así convalidada de Jesús Ortega y con el presunto objetivo de no dejar al PRD sólo en manos del chuchismo calderonista (bajo esa lógica, ¿por qué no aceptó el lopezobradorismo una cartera de gobierno, o varias, en la administración felipista? ¿El fraude electoral presidencial es absolutamente inadmisible, pero el partidista es negociable y sujeto a legitimaciones en la práctica?). Los aires “pragmáticos” y de “alta estrategia” pretenden que se continúe con la farsa del entendimiento y la convivencia forzadas con el segmento perredista que ha ganado el control de la estructura legislativa federal y partidista a niveles nacional y estatal. Los chuchos se han quedado con el PRD y continuarán con su sabido plan de acercamiento creciente con el calderonismo y de negociación política con el priísmo para 2012, pero los mariscales de campo con sede en la calle de San Luis Potosí creen necesario seguir peleando por presupuesto, prerrogativas, cargos, candidaturas y presunta definición de líneas políticas.
En todo caso, dicen algunos en voz baja, tratando de explicar lo inexplicable, se está en presencia de una jugada inteligente, mañosa, todo un dechado de realismo político: Encinas aceptará el segundo puesto de la directiva perredista para torpedear a los chuchos, impedirles que tomen decisiones lesivas al movimiento social e ir preparando el terreno para rupturas ya consideradas, aprobadas, que entonces sí abrirían el paso al anuncio de candidaturas comunes en 2009 del Partido del Trabajo y Convergencia, bajo la conducción del tabasqueño jefe máximo; de la postulación presidencial en 2012 y del congreso constituyente de un nuevo partido en 2013. Para lograr esos propósitos sería necesario el sacrificio táctico de Encinas, que más delante sería entendido en su verdadera dimensión y permitiría la recuperación del ex jefe de gobierno (de Alejandro, no de Andrés Manuel). ¡Oh, justicia divina: la filosofía y praxis de los chuchos, aplicada ahora contra ellos! ¡Aguilar Talamantes vive, la unidad perredista sigue!
El ingeniero Cárdenas, mientras tanto, acepta a Ortega, y Eva Beatriz Paredes ofrece la manzana de la unidad a los adanes del Perreducho con los que, dice la tentadora tlaxcalteca, el PRI podría constituir “una formidable fuerza que cambiaría el destino de México”. En Chiapas hay un claro ejemplo de esos cambios por la izquierda, institucional y democráticamente revolucionarios, pues el frívolo mandatario de aquella entidad, Juan Sabines, mudó ayer de secretario de Gobierno y nombró en ese cargo a Noé Castañón León, político relacionado con Roberto Albores Guillén, bajo cuya gubernatura impulsó planes para remunicipalizar las áreas de influencia del EZLN y promover deserciones de integrantes de esta organización. El nuevo secretario de gobierno fue acusado por el entonces gobernador Pablo Salazar de peculado, abuso de confianza y otros delitos, aunque ninguna de las acusaciones mereció resolución en contra del resucitado funcionario.
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