Escrutinio
Al gobierno de Cuba se le acusa sistemáticamente de no respetar los derechos humanos, como si éstos se limitaran solamente a formar partidos políticos. Pero es el único en América Latina, y uno de los pocos en el mundo, que ha convertido en realidad derechos humanos que, en otros países, existen sólo en el papel, como el derecho a la educación, al trabajo y a la salud.
Ahora que se celebra el quincuagésimo aniversario del triunfo de la Revolución Cubana, vale la pena señalar -porque con frecuencia se pasa por alto— que, entre sus logros más notables, destacan los avances en materia de salud pública.
Los cubanos, pese a todas las limitaciones y carencias que sufren, disfrutan de una esperanza de vida, un estado general de salud y una atención médica comparables, e incluso superiores, a las de los habitantes de naciones ricas y, desde luego, mucho mejores que las de la gran mayoría de los países del Tercer Mundo.
En una edición especial del semanario científico británico Nature, publicada el pasado 30 de octubre, la investigadora María Guadalupe Guzmán, jefa del departamento de Virología del Instituto de Medicina Tropical de La Habana, escribe que si bien durante el siglo XX hubo extraordinarios avances médicos que permitieron erradicar muchas enfermedades, abatir la mortalidad infantil y más que duplicar la esperanza de vida del ser humano, esos progresos beneficiaron principalmente a los habitantes de los países más ricos, y podríamos comentar que ni siquiera a los de todos ellos. En Estados Unidos, por ejemplo, la atención médica y los medicamentos están fuera del alcance de decenas de millones de personas. Mientras tanto, en las naciones en desarrollo persisten las enfermedades transmisibles, a las cuales se han sumado flagelos propios de las naciones prósperas como la obesidad, la hipertensión arterial, la diabetes, el cáncer y, para remate, ahora también el SIDA, que golpea en especial a los países más pobres.
Cuba —escribe la Dra. Guzmán—, con sólo 11 millones de habitantes y un modesto ingreso anual per cápita de 4,200 dólares, goza de niveles de salud equiparables a los de los países desarrollados. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la esperanza de vida en Cuba es de 78.3 años, mientras que en Alemania es de 76. La tasa de mortalidad infantil en Cuba es de 5.3 por cada mil niños nacidos vivos, mientras en Estados Unidos es de 6.3 y en Francia —con un excelente sistema de atención médica gratuita para toda la población— de 3.36.
En Cuba ya son cosa del pasado enfermedades como el paludismo, la difteria, el sarampión, las paperas, la rubéola, el tétanos o la poliomielitis, así como la lepra o la meningitis, todos los cuales causan muchos millones de muertos cada año en el Tercer Mundo. Y en cuanto al SIDA, además de un efectivo programa de prevención del mal, todos los enfermos tienen garantizada la atención médica —incluso hospitalaria— y el suministro gratuito de los medicamentos retrovirales que necesitan para su tratamiento.
Las cifras que cita la Dra. Guzmán son impresionantes: El 11 % del presupuesto del gobierno cubano se destina a los servicios de salud, y Cuba tiene actualmente 71 mil médicos. Esto significa 6.4 galenos por cada mil habitantes, mientras en Estados Unidos hay sólo 2.56. En todo el país existen 250 hospitales y 500 clínicas completamente equipadas, además de 15 mil centros médicos vecinales.
Es Cuba, también, una potencia en ciencias médicas, con 57 centros de investigación científica y modernos laboratorios que cubren el 80 % de sus necesidades de productos farmacéuticos. Incluso, produce masivamente vacunas y medicamentos para exportación. Es igualmente Cuba —por así decir—, exportador de talento médico. Por un lado, profesionistas cubanos en las diferentes áreas de salud colaboran con los gobiernos de docenas de países, y por el otro, en la Escuela Latinoamericana de Medicina estudian jóvenes de todo el continente, inclusive de Estados Unidos.
Lo más notable de estos progresos de Cuba, es que fueron logrados en condiciones especialmente difíciles, a partir de una gran escasez de médicos —que en su mayoría emigraron a Estados Unidos después del triunfo de la Revolución—, y en medio del bloqueo económico, que impide o dificulta enormemente comprar en el extranjero instrumental, libros, revistas y medicamentos.
Ciertamente, si en algo se distingue la Cuba revolucionaria es en haber hecho realidad el derecho a la salud.