Cuba enfrenta dos tipos diferentes de desastres. Se destacan en primer lugar los derivados del bloqueo agresivo estadunidense que le ha costado decenas de miles de millones de dólares, ha provocado la necesidad de crear un vasto y carísimo aparato militar y de seguridad y ha inflado enormemente la fuerte burocracia nacida de la centralización económica y política. Pero hay que contabilizar también las catástrofes ambientales resultantes del recalentamiento climático (sequías terribles, inundaciones devastadoras, ciclones cada vez más destructivos).
Sin embargo el de tipo político-social es aún peor: casi toda la prensa cubana, por ejemplo, provoca peores daños que los huracanes, pues niega a los ciudadanos la posibilidad de informarse, pensar y reflexionar, quita credibilidad incluso a los pocos datos correctos que publica, induce a la desconfianza y el conformismo cínicos, desmoraliza y paraliza las iniciativas sociales.
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